El matemático José Antonio Guerrero (Cádiz, 1961) es
pintor, pero sus óleos son los datos. El lienzo sobre el que trabaja
cada noche hasta el amanecer, después de su jornada laboral oficial, es
el ordenador de su casa, en Sevilla, donde de forma obsesiva y anónima,
como los artistas auténticos, ha pintado una serie de modelos
predictivos que le han convertido en el mejor científico de datos del
mundo.
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